Era un domingo cualquiera de los muchos que tiene cualquier temporada ciclista. A las seis de la mañana mi madre se levantaba para prepararme el arroz hervido y el filete de rigor para que fuera bien alimentado a la competición. Hablo de los años ochenta, cuando todavía estaba de moda comerte un buen trozo de carne antes de ir a competir. Afortunadamente las cosas han cambiado y los cereales de la actualidad entran mucho mejor y se digieren con más facilidad.
Después de conseguir a duras penas zamparme el desayuno, más por obligación que por apetito, mi madre me ayudaba a preparar el avituallamiento: trozos de fruta pelada, membrillo con galletas, panecillos con mermelada, etc… Después, mientras yo me organizaba la bolsa con la ropa de ciclista limpia y planchada, mi padre cargaba la bicicleta en el coche y preparaba los bidones de agua. A las 7 de la mañana arrancábamos todos juntos con dirección a cualquier pueblo de la provincia para disputar una de las muchas carreras de la temporada. Y así un domingo tras otro. Desgraciadamente poco tiempo después perdí a mi madre y mi padre tuvo que ocupar su lugar. Ella nunca me pudo ver en el campo profesional.
Esto que puede parecer totalmente normal a cualquier familia en la que haya un aspirante a ciclista, me parece ahora unos años después, una verdadera pasada. De vez en cuando me acerco a alguna reunión de escuelas de ciclismo, competición de cadetes, de juveniles, o de sub 23; y los familiares siguen ahí, fieles como siempre, sacrificando sus fines de semana, sus aficiones o su descanso por acompañar a quienes más quieren.
Por todo ello me gustaría aprovechar estas líneas para rendir mi más sincero homenaje a todas las familias que tanto se esfuerzan para que sus hijos, novios o maridos puedan seguir practicando este bello deporte nuestro, siendo el ciclismo un deporte tan complicado y pudiendo animar a los críos a se apunten a una escuela de fútbol o de baloncesto.
Los padres tienen en sus manos un porcentaje muy elevado de la futura cantera ciclista. De unos años a esta parte el número de licencias a descendido de forma alarmante, así que quiero animarles a que sigan permitiendo a sus hijos soñar con esta aventura, eso sí con el único objetivo de la correcta formación personal, y hacer caso omiso a las tentadoras ofertas de otros deportes que ofrecen más comodidad, más seguridad y por que no, más “glamour”.
La pequeña mención a mi familia que me he permitido al principio, que espero sepáis perdonarme, no tenía otra intención que mostrar mi admiración más respetuosa a todos los que se sacrifican para que un ser querido siga formando parte nuestra gran familia ciclista.
Kiko Garcia.
Por un momento creía que era
yo el que escribía!! Me has
transportado a mi infancia y
adolescencia. Cuanto razón
tienes Kiko, cuanto debemos a
nuestros padres y familiares,
cuantos madrugo es, cuantos
kilómetros de coche todos los
fines de semana para ir a
apoyar la ilusión deL hijo, del
hermano, del nieto…
Comparto cada una de tus
palabras de reconocimiento!!
Muchas gracias por tus palabras Victor. Un abrazo grande.
Kiko.
Hola Kiko, lo que
publicas es tan cierto
que los beneficiados
que somos los ciclistas
creemos que es lo
normal, y no
agradecemos los
esfuerzos familiares
hasta que un escrito
como el tuyo nos hace
pensar, en mi caso
tampoco puedo ya
agradecer a mi madre
lo que hizo pero te
prometo que al resto lo
voy a hacer hoy mismo.
Hace años que no nos
vemos pero recibe un
fuerte abrazo.
Sebas Pérez
PD. Che vaaa che puxa
el tractor